jueves, 18 de febrero de 2010

Sin conciliar ni el sueño...

Reconciliar. Volver a conciliar, volvernos a poner de acuerdo. Acordar, negociar entre las partes, logrando un resultado que los conforme en mayor o menor medida.
El término es correcto, pero no convence en la experiencia (o no ME convence).
Cuando lo aceptás te vas conforme, sólo porque te llevaste algo, tal vez un poco más de lo que debías, o te hicieron creer que fue así.
Lo que es claro es que en ningún caso podrás llevarte todo lo que querías, porque tus primitivas pretenciones no se ajustaban a las del otro, y de ahí la disputa, y de la última, la negociación, en cualquiera de sus formas, y finalmente el acuerdo: la reconciliación.

Con él jamás eligiría el desacuerdo, si algo podemos conciliar, lo otro lo cedo, y estoy conforme, no me arrepiento. Tal vez un día acumule todos los restos y se arme una gran batalla, pero ese es otro cuento. Lo que me da gracia es el desarrollo, el proceso...

Es que cada vez que me saca de quicio, y me hace enojar, lastimarlo es en lo único que puedo pensar. Temo incluso llegar a disfrutar su desesperanza y su sufrimiento, y que así, destrozado, no le quede más que esforzarse para demostrar su sincero arrepentimiento.
Deseo con toda el alma que se de cuenta de que TODA la razón es mía, que la situación es exactamente como yo la veo, en cada rincón, en cada color, en cada hueco.
Quiero que realmente entienda que esta equivocado y no tengo por qué perdonarle.

Luego, comienzan a correr los minutos, con suerte alcancen a algunas horas, y se desata la lucha entre este enojo y mi desesperación por tenerlo otra vez conmigo; entre mi sed de venganza y mi necesidad de estar segura de que me sigue amando, de que nuestros planes siguen firmes, de que "por siempre" sigue significando lo mismo para los dos...

Y pasan algunas otras horas, y no entiendo, como es que todavía no escucho su desesperación ni su sufrimiento. No me ha llamado. ¿Tengo que dudar acaso de su arrepentimiento?
Ya no puedo estar segura de que llegue a ver sus errores y olvidar los mios, que venga a rogar por mi amor, mientras yo lo esquivo...

Pasa entonces un tiempo más, y sus palabras finalmente llegan, en un tono que suena a la añorada reconciliación, con tímidos perdones seguidos de aquella excusa que hace un rato me grito, y parece ahora tan aceptable en estos nuevos y gentiles términos.

En el fondo, todavía añoro su pleno arrepentimiento, su demostración de incondicional amor y entendimiento, pero no puedo desaprovechar esta oportunidad de dejar a mi corazón contento. Porque él no soporta sentirlo lejos. Y entonces lo resigno todo, me doy por vencida, suelto las armas, esquivo mi armadura yaciendo hace rato en el suelo, y corro a abrazarlo, me pongo a su nivel, y con unas tiernas disculpas recupero el aliento...

Que irónico se vuelve este acuerdo cuando uno intenta ser duro, o hasta necio...