Realidad construida

Esta vez, y no como muchas veces pasa, quise sincerarme conmigo. Porque por lo general me conformo con esas mentiras que me invento y me gusta jugar a que las creo. Sin embargo esta vez no, esta vez necesitaba llegar al fondo, a una realidad no tan relativa (si es que existe alguna). Lo pensé en un nivel de subjetividad mucho menor al que habitualmente empleo cuando discuto conmigo de asuntos sobre mi. Lo analicé situación por situación, actitud por actitud, lo di vuelta, lo dejé un rato de revés, lo volví a su posición, lo examiné en frío, y lo contrario a eso (sea lo que fuere).
Primero fueron noches, después se apropió de mis días. Y así se mantuvo durante semanas, invadiendo todos los lugares, persiguiéndome... Hasta que finalmente, lo olvidé.
Como todo, no pudo retener mi interés por tanto tiempo. Eso sí, every now and then, con algún disparador de por medio, se despierta y me recuerda que nunca lo resolví, que fui incapaz... Se burla de mi, se me escapa. Da unas vueltas por mi cabeza y cuando dejo de mirarlo se queda en un rincón, inapacible, esperando... acechando...

Se preguntará el lector de qué carajo estaré hablando y por qué mierda daré tantas vueltas. A lo segundo responderé que no hace al post explicar los motivos que me llevan a estirar el suspenso de tan burda manera. Y a lo primero, y ya para cerrar, contestaré con la pregunta que tanto me intriga:

¿El/La que nos gusta no nos da bola, o nos gusta el/la que no nos da bola?