Getting out... Or getting in...

Y de repente, nada... Pero esa nada representaba algo en sí. Era el principio, que comenzaba tan despacio, tan completo que no podía empezar de otra manera.

De a poco me sumergía en el proceso de sentir, de sentirme, mientras como por arte de magia aparecía.

No sé si pasó mucho tiempo, o tal vez fue un pequeño momento, no encuentro parámetros que me ayuden a saberlo, pero al parecer fue, simplemente, el tiempo suficiente.

Cuando llegó el momento creí que estaba preparada, porque hacía ya un tiempo que se veía venir, el cambio ya se hacía inevitable. Sentí miedo, pánico, no era ni en lo más mínimo lo que esperaba, y eso que esperaba cualquier cosa.

Algo se rompió, perdimos estabilidad y me expulsaron, no me quedaron más opciones que salir. Y fue terrible...

No sólo la salida fue compleja, lo sorprendente y desesperante fue permanecer afuera. Apenas comenzaba a traspasar la puerta y ya podía sentir de una nueva manera. Y sentía las fuerzas que me aprisionaban, me sofocaban, me apretaban, me llevaban hacia abajo mientras algo me sostenía. Ruidos ensordecedores, gases que penetran en mi cuerpo, me llenan los pulmones y se vacían otra vez. Parece como si mi cuerpo supiera lo que tiene que hacer, incluso cuando yo no lo puedo entender.

Después de unos momentos la desesperación pierde su sentido, me acostumbro a este nuevo mundo en el que me han metido. El caos se vuelve tan normal que ya casi ni lo siento. Con el tiempo, habrá momentos en los que tendré que concentrarme para encontrarlo.