Ahhh la vejez... La inevitable, ineludible, insorteable, inescapable, vejez…
A todos nos llega ese momento en la vida en que empezás a sentir que algo en vos ha cambiado, que algo en vos te hace acordar a tu vieja/o. Sentís muy adentro tuyo que algo se apaga, como si te bajara la batería y ya no funcionas al 100%. Y de manera simultánea comienzan una serie de cambios, que se pueden manifestar con planteos acerca de la vida, así en general, de donde venimos, a donde vamos, los objetivos, la muerte… Es ese momento en que te das cuenta el verdadero valor del dinero, que ya no alcanza para absolutamente nada. Empezás a pensar en lo que viste en el noticiero. Sisi, en tu tiempo libre, pensando el noticiero… Te preocupa verdaderamente lo que le vamos a dejar a las futuras generaciones, porque vos ya no formas parte de las futuras generaciones. Ya pensás en potenciales enfermedades que podrías contraer, y vas al medico sin que te lo indiquen. Le encontrás el gusto a la responsabilidad y al trabajo, más allá del bendito dinero que no alcanza...
Y cuando todas estas cosas se empiezan a manifestar, cuando te sorprendes a vos mismo en estas situaciones cada vez más habituales, ahí es cuando te cae la ficha de que estás mal… De que te esta abrazando la vejez y no te podés escapar, porque es un camino de ida. Entonces te agarras de las paredes, las rasguñas para no caer, decís “yo puedo” y salís, pero no, no podes, y mañana la vas a sufrir, si es que tuviste la fuerza de voluntad suficiente como para no volverte del boliche a las 3 de la mañana cuando estaba empezando a entrar la gente. Y eso, la gente, la gente que antes era gente y ahora son “los pendejos”, porque todo el mundo es pendejo en ese lugar donde no correspondes más, ahí donde no importa que sea demasiado temprano, ni demasiado tarde para ponerse en pedo, donde no importa que haga demasiado calor, o que no haya aire para seguir bailando, donde no importa que este lleno de gente o que la música este muy fuerte. Un lugar sin espacio para señores ni señoras como vos.
Se te quebró el espíritu, hacés como que disfrutás de otras cosas, como que es una elección levantarte tempranito a disfrutar el día, pero no, no es una elección, es tu cuerpo que no se la banca, y te quiere vender otras cosas para que no sufras viendo como la vida se te escapa en cada respiro, y con cada nueva luna… Y esos ojos, llenos de sabiduría pronto obsoleta, de que sirven si ya no brillan, no seducen ni conquistan…
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